Caca: una historia natural de lo innombrable, de Lynx

La editorial Lynx ha traducido Caca: una historia natural de lo innombrable, de Nicola Davies, con ilustraciones de Neal Layton. La escatología es una parte complicada de manejar, pero esencial en la literatura infantil. Es un aprendizaje que genera muchas tensiones e inseguridad y que por eso mismo, suele desatar la risa de los pequeños, como válvula de escape. En la división sensata del tema hay libros imprescindibles de los últimos años, como El topo que quería saber quién se había hecho aquello en su cabeza, de la pareja trabalenguas Holzwarth-Erlbruch (Alfaguara, con traducción de Miguel Azaola).

La propuesta de Lynx es distinta, pero de entrada me ha parecido interesante: un libro de historia natural, de condición esencialmente científica, con voluntad divulgativa y de entretenimiento. En un paseo por el monte, los excrementos son una fuente de información que no se explica en clase, pero es imprescindible para el naturalista. A su manera, cuando un perro anda siempre olisqueándolos, está leyendo la prensa local, según me decía un veterinario. (No el que visitamos ahora, que es más pulcro que un diccionario escolar de 1950 y habla de las «ventosidades que expele el can de edad anciana». Creo que no podría leer nunca el «Cuento de amor y amistad» del divertidísimo narrador-contador-cantautor Luis María Pescetti.)

Más información, en el sitio web de la editorial. Que este es un sitio serio. 😀

6 Respuestas a “Caca: una historia natural de lo innombrable, de Lynx

  1. Genial el cuento, he tenido ocasión de verlo y es realmente divertido. Al menos a mi, me hizo mucha gracia.

  2. Gracias por tu comentario y felicidades por tu sitio, Aitor.

  3. Me hace gracia eso de las «ventosidades que expele el can de edad anciana»: es más rebuscado que pedo de perro viejo 🙂 (el emoticon aquí es para aflojar la tensión y la inseguridad escatológica…).
    Gonzalo, seguir tu blog es la mejor forma que tengo de estar al día con la LIJ, ¡está bueno, de verdad!
    Saludos.

  4. Gracias, Germán. Pero por favor, no seas grosero: en vez de decir «pedo de perro», di «pedo de cánido doméstico». 😉

    (Ahora que lo díguigo, Eduardo Polo tiene un juego divertido con los esdrújulos, que va más allá del poema típico en estos casos, creando rimas fálsigas.)

    Bromas aparte, que me alegro de que te sirva. No estoy seguro de que quiera ser una guía de actualidad, no a largo plazo. Pero ya he visto más de una vez que en ocasiones me sorprende mi propio blog.

    Un abrazo

  5. La escatología es una rama de la metafísica. Y no la que peor huele. No hay que olvidar que otro sentido de la palabra, aunque de diferente origen etimológico, es el que se refiere a las cosas de ultratumba. No sé si hay un camino secreto que una los dos sentidos, pero merecería la pena explorarlo. Porque en la vida cotidiana sí parece pervivir un instinto común que los vincula y que acaso sea la mejor explicación de por qué la caca y sus aledaños causan tanta risa. Nada hay tan risible, al fin y al cabo, como nuestra propia condición mortal. De ahí, y enlazo con otro tema reciente del blog, la censura tan profunda que se ejerce también, so capa de buena educación, sobre todo lo que tiene ver con el problemático control de los esfínteres. Y, en general, con el problemático problema del control.

    Siempre es muy agradable, Gonzalo, darse una vuelta por estos rumbos.

  6. Hola, Alafridus:

    Caminos no lo sé, pero autores al menos, sí. Quiero decir que no sé si hay unidad de ruta, pero al menos la puede haber de persona. Supongo que sobre todo el Barroco, con su exploración mixta del lenguaje, la metafísica y la marronosa textura de ríos de toda clase. «Llega la muerte y todo lo bazuca», pero el principio (del soneto y de la vida) no es que fuera más pulcro ni menos zabuqueado.

    Y vale de palabras incomprensibles. Aunque a veces pienso que más un informe PISA, habría que ver en cuántas aulas se puede leer y disfrutar a Quevedo, que no es que sea fácil, pero te cambia la vida. Claro que hablo de Quevedo y hoy supongo que nadie editaría ni siquiera Alfanhuí. Es posible que el tiempo haya pasado una página a toda la sociedad pretecnológica.

    Un abrazo, me alegro de tu visita

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