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Bla Bla Bla

 

Volviendo sobre el síndrome de Down y la dificultad de gestionar las intenciones en el proceso creativo, me ha gustado Bla Bla Bla, un corto dirigido por Alexis Morante en colaboración con la asociación Apadis.

(A través de este artículo.)

So wie du bist partía del tópico de que los niños con síndrome de Down son superdotados emocionales, mientras que muchos adultos «normales» somos discapacitados desde el punto de vista emocional. Como la mayoría de tópicos, se parte de una base real y, en la medida en que la obra introduzca matices (en So wie du bist no vi muchos) no es mala base para esa clase de calidad  artística que denominamos «profundidad». La diversidad funcional no es solo un eufemismo. Mi yo niño mismo, por ejemplo, destacaba en aplicación y comportamiento, quedaba muy atrás en capacidad visual y en parte en socialización. La playa sin gafas era experimentar en primera persona lo que supone no llegar a la borderline en algún campo.

Bla Bla Bla se construye sobre dos tópicos parecidos: la bondad inherente al síndrome de Down y la dificultad de planear y hacer realidad proyectos complejos. También juega con la dificultad de los «normales» para tratar normalmente la discapacidad en los contextos en los que no la esperamos (¿dónde queda nuestra capacidad de adaptación, por cierto?). Al ser una obra tan breve no necesita matices, al contrario, puede explotar plenamente, como un buen chiste gráfico, elementos que se dan por sentado: desde las nuevas formas de compartir coche hasta la sensación de incomodidad e inseguridad de los «normales» antes los «sub… ay ahora no sé cómo te tengo que llamar».

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Síndrome de Down, amor, sexo e intenciones

Me ha gustado, no sin matices, So wie du bist (aquí, con subtítulos en alemán, pero con caducidad; aquí, sin subtítulos), valdría decir (Te quiero) tal como eres.

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Fotograma de So wie du bist (2012; entrada en wikipedia.de)

Una de las razones de este blog fue explorar mis límites, los límites de mi curiosidad, por eso quizá hay tantos poemas en más idiomas que el español de mi madre. Quizá una de las razones de haber parado este blog, aparte de dificultades personales, sea que salí de ese camino y los pasos no me transmitían la vibración de la tierra. A veces, por falta de tiempo, sobre todo de tiempo de calidad; otras, por no hablar mal de amigos, o de proyectos que no me parecían redondos, pero sí bien intencionados; otras, por haber hablado bien de estos sin terminar de sentirrlo. Pido disculpas como debe ser: saludando con una película alemana (subtitulada en alemán, al menos unos días, que no en vano es Navidad). O sea riéndome y con esa curiosidad.

Tal como eres también es bien intencionada, y ese quizá sea su mayor defecto, porque le hace dibujar personajes adorables, tan adorables que el maniqueísmo tira para atrás. Pero a veces esto cae bien, a mí me ha caído bien, es de esas películas que pueden hacer sonreír, buenas para un domingo por la tarde. Películas de suizo* cohecho y cotomado con tus hijos. (*chocolate con nata) Los temas son importantes: una mirada próxima a las personas que viven con síndrome de Down, a las relaciones entre ellas, a nuestras dudas y temores al respecto, a la relación de las leyes y las autoridades con las personas.

Las intenciones, ay. Buenas, pueden lastrarlo todo. Ideológicas, también. Políticas, no digamos. Pero hacen falta, porque estamos vivos y somos sociales, y peor es el solipsismo (del yo por mí mismo o del arte por el arte, me da igual). Más que las intenciones, quizá: el mensaje, ay. Difícil de gestionar (se le puede atragantar al lector/espectador), pero imprescindible (mil veces mejor que un material predigerido e inmediatamente olvidable). Desde el punto de vista creativo, en lo que yo puedo juzgar por mi propia vivencia de crear, hay que fiarse del sentido inconsciente, del impulso no dibujado del todo. La voluntad expresa se traduce mal en arte (la traduzco yo, al menos). El deseo de expresar una voluntad aún no perfilada, en cambio, puede ser creativamente feliz.

Feliz diciembre, feliz Navidad, feliz 2017.

Cuarteto concertante para artefactos sanitarios

«Compuesto para los siguientes instrumentos: calefón, lirodoro, desafinaducha y nomeolbídet». Me lo recuerda esta nota de Alberto Mut, cuya frase «Cualquiera puede hacer un chiste de cacas» resume no pocas propuestas de LIJ y, sobre todo, propuestas más o menos escénicas en las que en teoría se aspiraba a acercar a los niños a la lectura (pero concluyen, después de no poco ruido y agitación invertidos, sin que ningún chaval coja un cuento, aunque se hayan hecho en una biblioteca).

Sería injusto compararlo, qué sé yo, con la escena de los aseos del primer Austin Powers (un proyecto de infinito menos presupuesto), que no es que tenga gracia (ahora sin ironía: ¡ese tejano implorando el «courtesy flush»!), pero es un concepto ciertamente distinto de lo memorable.

 

Inmigración, (des)integración y cambio: Mi hermosa lavandería, de Hanif Kureishi

El aumento de la xenofobia, nacida de la incomprensión mutua pero potenciada por intereses políticos claros, unido (al menos, en mi ciudad) al incremento de la población pakistaní y su dedicación a trabajos similares a los que esta ocupa desde hace tiempo en el mundo anglosajón, me hace rescatar Mi hermosa lavandería, de Hanif Kureishi, de la que leo el guión (My beautiful laundrette, Faber & Faber, 1986). No es un texto juvenil, en el sentido habitual del término (edad preuniversitaria, violencia contenida y sexo ausente o explicado), pero tiene una gran fuerza a la hora de explicar las relaciones de amor-odio de los «nuevos» loquesea (catalanes, españoles, ingleses).

También es muy sugerente el prólogo, «The Rainbow Sign», estructurado en tres bloques, Inglaterra, Pakistán e Inglaterra. Un comentario como «strangely, anti-British remarks made me feel patriotic, though I only felt patriotic when I was away from England», recoge, probablemente, un sentimiento típico en los entornos culturales asfixiantes (donde o comulgas o eres considerado un extraño, aun siendo «nacional»); igualmente, cuando un conocido le augura que «you will always be a Paki» (en ese terreno de nadie en el que, sin poder ser ya «Pakistani», tampoco lo aceptarán nunca como «English»), también da en la diana de lo que supone nuestra inclusión, a lo sumo parcial, del otro.

Citando más en extenso, y como afirmación directamente política, en tanto petición de cambio de la sociedad (fácilmente extrapolable a España y los «sudacas», a Cataluña y «els nous catalans», etc.; negritas mías):

I stress that it is the British who have to make these adjustments.

It is the British, the white British, who have to learn that being British isn’t what it was. Now it is a more complex thing, involving new elements. So there must be a fresh way of seeing Britain and the choices it faces: and a new way of being British after all this time. Much thought, discussion and self-examination must go into seeing the necessity for this, what this ‘new way of being British’ involves and how difficult it might be to attain.

The failure to grasp this opportunity for a revitalized and broader self-definition in the face of a real failure to be human, will be more insularity, schism, bitternes and catastrophe.

The two countries, Britain and Pakistan, have been part of each other for years, usually to the advantage of Britain. They cannot now be wrenched apart, even if that were desirable. Their futures will be intermixed. What that intermix means, its moral quality, whether it is violently resisted by ignorant whites and characterized by inequality and injustice, or understood, accepted and humanized, is for all of us to decide.

This decision is not one about a small group of irrelevant people who can be contemptuously described as ‘minorities’. It is about the direction of British society. About its values and how humane it can be when experiencing real difficulty and possible breakdown. It is about the respect it accords individuals, the power it gives to groups, and what it really means when it describes itself as ‘democratic’. The future is in our hands.