Archivo de la categoría: Cuento

El río que se secaba los jueves (y otros cuentos imposibles), de Víctor González

Kalandraka ha reeditado El río que se secaba los jueves, con las mismas ilustraciones de Pablo Amargo. En la nota editorial comunican que con su publicación «se inaugura la colección KALANDRAKA+, que apuesta por rescatar grandes obras de la literatura hispana contemporánea». Una buena noticia, sin duda. El nuevo ISBN es 978-84-8464-354-8.

darabuc.wordpress.com

LOS PATOS DE CHELM

Este cuento no es mío sino de Samuel Tenenbaum, pero es tan bueno que lo pongo aquí igual.

«Los habitantes de Chelm conocen una manera infalible de distinguir un pato de una pata. Le tiran un trozo de pan. Si el pato correo en su busca, es pato; si es la pata la que corre a buscarlo, es pata.»

Este libro de ¿cuentos? (Anaya, 2006) sorprende, provoca, incita y despierta. Está ilustrado con imágenes sugerentes de Pablo Amargo, de tonos oscuros, que juegan mucho con la repetición. Ofrece posibilidades muy distintas, que pueden tanto arrancarte la carcajada como pedirte que dejes el libro para otro momento más despejado; en eso (y algunas otras cosas) me recuerda sobre todo a Gómez de la Serna, alias Ramón. Como buen plato sabroso y cargado de sugerencias, quizá no sea lo mejor para todos los días (o dicho de otro…

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La República contra el injusto paragüero

Pues, señor, éste es el cuento de todo lo que ocurrió en el cuarto ropero del Presidente de la República de Villasopas del Plato; de aquel Presidente del que todo el mundo sabía que era un hombre bueno, inteligente, generoso, leal y con sombrero de copa y barba y bigote, que ponía todo su afán en crear centros de enseñanza para los obreros, hospitales y asilos para los pobres y, sobre todo, muchos jardines, unos cuadrados, otros redondos y otros en triángulo, para que jugaran los niños al fútbol, al escondite o al peón, o montaran en bicicleta.
Este señor era, más que nada, el Presidente que no quería que hubiera niños pobres ni ricos, sino que decía que todos, absolutamente todos los niños, fueran igualmente felices.
[…]
Pero entre todos aquellos documentos, el muñeco vio otro que le hizo temblar de miedo. Era una carta escrita a máquina, en la que se decía lo siguiente:
«Señor Presidente:
»Con eso de poner muchas escuelas, los obreros han aprendido mucho, y no se les puede engañar cuando compran paraguas. Y como usted tiene la culpa, le voy a matar en cuando tenga ocasión.
»El paragüero desconocido
.
La amenaza era tremenda. El Presidente estaba condenado a muerte por un injusto paragüero.

Es Antoniorrobles, así que no habrá muertos —sí: el muñeco que para la bala, pero lo podrán recomponer— y el injusto paragüero irá a la cárcel, pero lo perdonarán y por fin comprenderá «lo bueno que era el Jefe del Estado de Villasopas del Plato». Política y literatura combinan mal, política y el tono bonachón de Antoniorrobles combinan quizá peor, y hasta mi yo republicano siente que «Cómo salvó al Presidente un muñequito valiente» son tiempos y formas para conocer y recordar, pero no para revivir (pues bastaría con poner un sistema de gobierno que nos provoque urticaria, en vez de simpatía, para leerlo todo de un modo muy distinto). Eso sí, en 1977 la reedición era más que pertinente, y en 2017, muchas heridas siguen sin cerrar. Y por contradecirme yo mismo: si nuestros sueños son hoy la República Independiente de Ikea, quizá estaríamos mejor en el mundo soñado de Villasopas del Plato, que al menos mira hacia la comunidad, y no hacia el individuo y sus espejos.

  • Antonio Robles (antoniorrobles), Cuentos de los juguetes vivos II, La Gaya Ciencia, 1977.

Juegos de dedos (vídeo de De rumbo al cambio)

Cuando llueve —cuando han sido tantos, los días de lluvia— los dedos hormiguean, la voz necesita encosquillarse, la canción pierde la vergüenza y las rimas desbordan la boca. Simplicidad ínfima con momentos de perfección. Ludismo para teñir el presente con la experimentación de lo más sencillo. Tradición, desde luego, mucha tradición, cinco lobitos extraordinariamente añejos, y la vida que les queda. De mayor, escuchar y revivir, mirar y aprender, sentir y desear haber vivido. La magia de teatrar con lo mínimo tiene tanto de cuento como de amor. Cuando me muera dejad tres cenizas en un tronco de encina para poder llevaros el tronco en las yemas.

Soñé

Soñé que era un banco de una plaza, en el que dejar y recoger anónimamente. Soñé que, más o menos así me llegaba, de la mano amable del autor, una propuesta de una editorial que muchos admiramos públicamente. El libro recoge sueños de niños, en su letra y con sus dibujos, sin más edición que la selección entre la multitud de materiales recopilados y la transcripción al pie para letras difíciles o accesos de pereza. Se abre Oaxaca por donde se abra, en esta ocasión por el número 93 y nos cuenta Daira, de 9 años:

Un día soñé una pesadilla.
En la escuela estaban jugando mis compañeros en la cancha y de pronto salió una bruja que nos quería quitar un poco de sangre a todos los niños. Luego de un rato se durmió de tanto buscarnos. Luego, todos hicimos una máquina que hacía portales. Entonces creamos un portal que la llevó a Júpiter, y por la falta de oxígeno la bruja murió.

Soñé que dejaba ese libro en la mesa de casa, con otras propuestas, para mis hijos y para quien pase. Como cuando armas una mesa de cuentos ante una aula, hay libros que necesitan que los presentes y otros de quien todo el mundo quiere ser amigo, porque brillan.

No soñé –como todo lo de antes, esto pasó– que la mayor de casa, ahora de 11 años, lo cogió media hora larga, sueño a sueño. Por su formación muy pronto le interesó casi más el dibujo que la narración; y como en ese campo le han exigido mucho, se admiraba del bajo nivel de ilustración algunos de su edad (su franqueza y dureza puede ser muy dura y muy franca), pero no lo soltaba. Había comunicación entre ellos y ella.

No lo soñé, esto también pasó, que una maestra muy ilusionada con el proyecto del año que viene se pidió el libro con tiempo, porque vamos a hacer uno, haremos nuestro propio libro de sueños. Y yo ya ansío que el curso que viene llegue y pase y el plan se pueda tocar en letra, dibujo y papel.

Lo voy a seguir dejando en la mesa y que sigan pasando cosas al impulso de los sueños.

  • Cosas que han pasado al hilo de Oaxaca, Media Vaca (colección Mi hermosa ciudad), 2015, un «libro de sueños» en el que «hay 99 sueños escritos y dibujados por niñas y niños oaxaqueños en los hogares, escuelas y bibliotecas de Oaxaca de Juárez, México, recolectados por Roger Omar». ISBN 978-84-943625-5-2.

Carbonerillo condujo a Caballito Loco…

Dos páginas casi al azar de una vieja edición de Lumen, que, muy acertadamente, se llamó «Grandes autores para niños». Ana María Matute lo era:

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  • Ana María Matute, Caballito Loco. Carnavalito. Lumen, 1962. Ilustraciones de Marcel.

¡¿Qué será?!

Quentin Blake, 'Mister Magnolia'. Altea, Madrid, 1983.

Quentin Blake, ‘Mister Magnolia’. Jonathan Cape, 1980; Altea, 1983.

Membrillos tóxicos

Los membrillos lo pueden intoxicar a uno de recuerdos, como a Martín Garzo (o como en Trece años de Blanca, de Agustín Fernández Paz: cita), pero no siempre sientan igual de bien, y menos, me temo, a los que atienden más a sus libros que a otros pasatiempos.

Sucedió que en este tiempo llegó a aquella ciudad una dama de todo rumbo y manejo … por ver si la conocía, [Tomás] fue a visitarla, de cuya visita y vista ella quedó enamorada. Y él, sin echar de ver en ello, si no era por fuerza y llevado de otros no quería entrar en su casa. Finalmente, ella le descubrió su voluntad y le ofreció su hacienda. Pero como él atendía más a sus libros que a otros pasatiempos, en ninguna manera respondía al gusto de la señora. La cual, viéndose desdeñada y, a su parecer, aborrecida, y que por medios ordinarios y comunes no podía conquistar la roca de la voluntad de Tomás, acordó de buscar otros modos, a su parecer más eficaces y bastantes para salir con el cumplimiento de sus deseos.

Y así, aconsejada de una morisca, en un membrillo toledano dio a Tomás unos destos que llaman hechizos, creyendo que le daba cosa que le forzase la voluntad a quererla, como si hubiese en el mundo hierbas, encantos ni palabras suficientes a forzar el libre albedrío …

Comió en tan mal punto Tomás el membrillo, que al momento comenzó a herir de pie y de mano, como si tuviera alferecía. Y sin volver en sí estuvo muchas horas, al cabo de las cuales volvió como atontado, y dijo, con lengua turbada y tartamuda, que un membrillo que había comido le había muerto …

Seis meses estuvo en la cama Tomás, en los cuales se secó y se puso, como suele decirse, en los huesos, y mostraba tener turbados todos los sentidos. Y aunque le hicieron los remedios posibles, solo le sanaron la enfermedad del cuerpo, pero no de lo del entendimiento, porque quedó sano, y loco de la más extraña locura que entre las locuras hasta entonces se había visto. Imaginose el desdichado que era todo hecho de vidrio y, con esta imaginación, cuando alguno se llegaba a él, daba terribles voces pidiendo y suplicando, con palabras y razones concertadas, que no se le acercasen, porque le quebrarían, que real y verdaderamente él no era como los otros hombres, que todo era de vidrio de pies a cabeza.

  • dama de todo rumbo y manejo: prostituta. herir de pie y mano: realizar movimientos violentos y convulsos, como de epilepsia.
  • «El licenciado Vidriera», de Cervantes. Se cita por Miguel de Cervantes, Novelas ejemplares, edición de Jorge García López, Crítica, Barcelona, 2005, pp. 357-359, de donde tomo también la información de las dos notas léxicas.
  • «La gitanilla»

El deán y el brujo (del Conde Lucanor)

En Santiago de Compostela había un deán deseoso de aprender el arte de la magia. Oyó decir que don Illán de Toledo la sabía mejor que nadie, y fue a Toledo a buscarlo.

El día que llegó se dirigió a la casa de don Illán y lo encontró leyendo en una habitación apartada. El mago le recibió con bondad y le dijo que ya le explicaría el motivo de su visita después de comer. Le señaló un alojamiento muy fresco y le dijo que le alegraba mucho su venida. Después de comer, el deán le refirió la razón de aquella visita y le rogó que le enseñara la ciencia mágica. Don Illán le dijo que adivinaba que era deán, hombre de buena posición y buen por­venir, y que temía ser olvidado luego por él. El deán le prometió, juró y perjuró que nunca olvidaría aquella merced, y que estaría siempre a sus órdenes. Ya resuelto este asunto, explicó don Illán que las artes mágicas no se podían aprender sino en sitio adecuado, y tomándolo por la mano lo llevó a una estancia contigua, en cuyo suelo se veía una gran argolla de hierro. Antes, el mago le encargó a la sirvienta que preparase perdices para la cena, pero que no las pusiera a asar hasta que él se lo mandara. Levantaron la argolla entre él y el deán y descendieron por una escalera de piedra bien labrada, hasta que al deán le pareció que habían bajado tanto que el lecho del Tajo estaba sobre ellos. Al pie de la escalera había una celda y luego una biblioteca y después una especie de gabinete con instrumentos mági­cos. Revisaron ciertos libros, y en eso estaban cuando entraron dos hombres con una carta para el deán, escrita en Santiago por el obispo, su tío, en la que le hacía saber que estaba muy enfermo y que, si quería encontrarlo vivo, no se demorase en regresar. Al deán lo con­trariaron mucho estas nuevas, tanto por la dolencia de su pariente como por tener que interrumpir los estudios. Optó por escribir una disculpa y la mandó al obispo, pero a los tres días llegaron unos hom­bres de luto con otras cartas para el deán, en las que se leía que el obispo había fallecido, que estaban eligiendo sucesor, y que todos esperaban, por la gracia de Dios, poder elegirlo a él. Decían también que no se molestara en venir, pues parecía mucho mejor que lo eli­gieran en su ausencia.

A los diez días vinieron dos escuderos muy bien vestidos, que se arrojaron a sus pies, besaron sus manos y le saludaron como a obispo. Cuando don Illán vio estas cosas, se dirigió con mucha alegría al nuevo prelado y le dijo que agradecía al Señor que tan buenas nuevas llega­ran a su casa. Luego le pidió el deanato vacante para uno de sus hijos. El nuevo obispo le hizo saber que había reservado ese puesto para su propio hermano, pero que había determinado favorecerlo y le instó a que partiesen juntos para Santiago.

Fueron, pues, los tres para Santiago, donde los recibieron con hono­res. A los seis meses recibió el obispo mandaderos del Papa, que le ofrecía el arzobispado de Tolosa, dejando en sus manos el nombra­miento de sucesor suyo en Santiago. Cuando don Illán supo esto, le recordó la antigua promesa y le pidió ese título para su hijo. El nuevo arzobispo le hizo saber que había reservado el obispado para su propio tío, hermano de su padre, pero que había determinado favorecerlo y que partiesen juntos para Tolosa. Don Illán no tuvo más remedio que asentir.

Fueron para Tolosa los tres, donde los recibieron con honores y misas. A los dos años, recibió el arzobispo mandaderos del Papa, que le ofrecía el capelo de cardenal, dejando en sus manos el nombra­miento de sucesor. Cuando don Illán supo esto, le recordó la antigua promesa y le pidió ese título para su hijo. Pero el nuevo cardenal le hizo saber que había reservado el arzobispado para su propio tío, hermano de su madre, aunque había determinado favorecerlo y que partiesen juntos para Roma. Don Illán no tuvo más remedio que asentir.

Fueron para Roma los tres, donde los recibieron con honores y misas y procesiones. A los cuatro años murió el Papa y nuestro car­denal fue elegido para el papado por todos los demás. Cuando don Illán supo esto, besó los pies de Su Santidad, le recordó la antigua promesa y le pidió el cardenalato para su hijo. El Papa lo amenazó con la cárcel, diciéndole que bien sabía él que no era más que un brujo y que en Toledo había sido profesor de artes mágicas. El pobre don Illán dijo que iba a volver a España y le pidió algo para comer durante el camino. El Papa no accedió. Entonces don Illán (cuyo rostro se había remozado de un modo extraño) dijo con una voz sin temblor

—Pues tendré que comerme las perdices que para esta noche en­cargué.

Entonces, la sirvienta se presentó y don Illán le dijo que las asara. A estas palabras, el Papa se halló en la celda subterránea en Toledo, solamente deán de Santiago, y tan avergonzado de su ingratitud que no atinaba a disculparse. Don Illán dijo que bastaba con esta prueba, le negó su parte de las perdices y lo acompañó hasta la calle, donde le deseó feliz viaje y lo despidió con gran cortesía.

  • Publicado como «El brujo de Toledo», con modernización de autor desconocido, en un viejo Joyas del cuento español, de Selecciones, 1964.

El árbol de los relojes (Pepe Serrano)

EL ÁRBOL DE LOS RELOJES

En el jardín del relojero había un árbol que daba relojes.
Lo regaba puntualmente cada mañana y, por supuesto, le llevaba su tiempo.
Pero merecía la pena porque al llegar el verano se llenaba de frutos, cada uno diferente a los demás: relojes de cuco, de arena, digitales, cronómetros… Incluso una noche brotó un reloj de sol.
Los días en que el viento movía las ramas todo el jardín se cubría de tic-tacs que, empujados por el aire, alcanzaban la casa y se colaban por el agujero de la cerradura o por el hueco de la chimenea, inundando las habitaciones de minutos perdidos.
Su copa era alta y espigada, y siempre estaba repleta de nidos. Todos los pájaros querían construirlos allí puesto que, de esta manera, podían saber a ciencia cierta cuántas horas quedaban para que nacieran sus esperados polluelos.
Era un árbol frondoso, de hojas alargadas, y muy exacto. Sólo se retrasaba un poco en primavera, debido a que las revoltosas alas de las mariposas terminaban por mover las saetas.
En el momento en que los frutos estaban maduros (hacia las ocho y veinticinco de la tarde) caían del árbol, casi siempre sobre la muñeca de algún señor con prisa.

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Ilustración de Mar Villar

 

  • Pepe Serrano, Cocina rápida para tortugas. Ilustraciones de Mar Villar. Ediciones Nalvay, Zaragoza, 2010.

La enchufada A y otras sátiras necesarias (‘¿A quién le bajamos el sueldo?’, de Herminia Mas)

La sátira no abunda en los textos juveniles, pese a que es un género muy atractivo. ¿A quién le bajamos el sueldo?, de Herminia Mas, es un conjunto de cuentos satíricos breves dirigidos ante todo contra la clase de los trepas, parásitos y faltos de escrúpulos (en buena medida, colocados por la clase política) y en parte contra determinadas concepciones de las mujeres (asumidas a veces por ellas mismas). Si se lee todo seguido, puede resultar monótono, creo, pero contiene materiales muy seleccionables para el aula, tanto para la risa como para el debate. Desde un punto de vista literario, quizá los cuentos más interesantes son los de construcción bimembre, que dan cierto contrapunto a una intención siempre muy clara.

«El día que bajaron los sueldos Pablo Romero se entristeció. Pablo Romero era el encargado de trabajar en la cuarta planta del Departamento de Elucubración. En cada planta tenía que haber uno que trabajara, y en su planta era él.» (Frases iniciales del primer cuento, «¿A quién le bajamos el sueldo?»)

«La enchufada A entró a trabajar en Elucubración porque estaba como un tren —desde el punto de vista del jefe de personal— y también porque era del partido A. Pero los años fueron pasando y el jefe del departamento y la enchufada A —que ya no estaba como un tren— se dieron cuenta de que el poco trabajo que llevaban a cabo todavía podía repartirse más, y decidieron de mutuo acuerdo buscar a otra persona.» (Frases iniciales del segundo cuento, «Departamento de Elucubración»)

«La princesa no era hija de ningún rey ni de ningún príncipe, como suelen ser las princesas tradicionales. Nuestra princesa era hija de un constructor de la costa mediterránea que pensaba que su hija bien merecía llamarse princesa … El constructor despreciaba a aquellas gentes cultas a las que la cultura solo les servía para seguir siendo pobres como ratas, pero en el fondo del fondo tenía una especie de envidia secreta por aquellas familias que poseían patrimonio y dinero y lo habían conservado a través de las generaciones … Pensaba que al fin y al cabo la princesa era hermosa, y que para una mujer, a la postre, este era el atributo más preciado, opinaran lo que opinaran algunos intelectuales. Un buen culo era y siempre sería un buen culo … muchos hombres pretendidamente sabios lo habían echado todo por la borda por un buen culo.» («El albañil y la princesa»)

«Ana se preguntaba cómo podía ser que se sintiera mal si lo había hecho todo bien. Había cogido todos los trenes adecuadamente: el del dinero, el de la política, el de los contactos… pero algo fallaba en su vida … Mientras tanto, Paula … pensaba que, al fin y al cabo, la felicidad no dependía del tren que cogías, sino de cómo lo cogías.» («Los trenes y la felicidad»)

  • Herminia Mas, ¿A quién le bajamos el sueldo? RDCR ediciones, La Garriga, 2013. Traducción de Abelardo Martín.

Sara y Ulises / Ulises y Sara, de Amaia Cia y Vanessa Cabrera

El niño pequeño vive centrado en el yo: no hay más «realidad» que «lo que yo veo». Poco a poco, tiene que ir aprendiendo a ponerse en el lugar de los otros, a ver cómo les sientan a los demás las cosas que hacemos (y no solo cuál era nuestra intención). Sara y Ulises / Ulises y Sara, de Amaia Cia (texto) y Vanessa Cabrera (ilustración) parece responder a esta necesidad al plantear una serie de libros centrados en episodios de una historia compartida (el regalo del peluche, Ulises, a la niña, Sara; el temor o no a los monstruos) que se cuentan dos veces, según cada uno los ve.

La idea del libro que se lee de la cubierta al centro y, tras darle la vuelta, de una segunda cubierta al centro, no es una idea novedosa en sí; tampoco el hecho de aplicarla a versiones de la misma historia (en fecha reciente, está desde el libro-disco de Rolf & Flor a Qui diu la veritat: el cavaller o el drac?). Pero quizá lo sea aplicada de forma sistemática a los prelectores. Más allá de la posible originalidad  (que no es un valor por sí sola), me interesa que la serie se resuelve, tanto en el vocabulario como en la distribución de texto e imágenes, con un desparpajo que la aleja del libro típico de niña-con-peluche. La historia no conquista como tal, a mi entender, por su simple virtud narrativa; pero sí destaca por la propuesta de juego, y puede resultar especialmente útil por ejemplo cuando hay varios hermanos en casa.

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  • Beascoa, 2013. La colección empieza con dos volúmenes: Un regalo muy especial y Entre monstruos.
  • Adición: me apuntan una propuesta de Isol que no he visto: Tener un patito es útil / Tener un nene es útil, de 2007  (Fondo de Cultura). Por el formato de acordeón y por la calidad general de la autora, tan capaz de expresar mucho con muy pocos rasgos, pinta fantástica.
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Presentación de ‘La vela que no se apagaba’ en Abracadabra

La vela

Vídeo de narración de ‘Ahora no, Bernardo’, de David McKee

He encontrado este vídeo donde un psicólogo cuenta y muestra el provocador Ahora no, Bernardo, de David McKee. Me interesan distintos aspectos. Uno, la propia narración: sin intención de ofender, diría que el narrador no tiene especial gracia y eso, en sí, le concede la gracia especial que tiene cualquiera por el mero hecho de atreverse a contar. Hay una diferencia clara entre el narrador profesional y el aficionado, que no debe confundirse; pero animarse sin complejos es sano, útil y particularmente bonito en lo que aporta a la relación familiar (y a veces, con conciencia de los límites, en la relación social). Otro, el cuento como tal, construido con gran eficacia textual y visual y capaz en efecto de despertar muchas preguntas entre los adultos y un buen diálogo con los pequeños. Y, por último, tengo una vinculación personal con la historia, dado que fui el responsable (en este caso: tuve la suerte) de traducir la edición usada aquí, bilingüe español-inglés con texto simplificado.

‘Bruno, la oveja sin suerte’, de Sylvain Victor

BrunoDe ‘Bruno, la oveja sin suerte’, de Sylvain Victor, me gusta mucho la manera en que se cruzan las dos historias: lo que Bruno piensa y lo que en realidad le ocurre. En conjunto, se narra una historia de las que hace pensar, pero también sonreír, en la que los niños disfrutan descubriendo la contradicción y el sentido último del todo. En casa nos ha servido igualmente para hablar del tema que anuncia su título: la sensación de si uno tiene menos o más suerte que los demás (p. ej. de la clase).

‘Jule y los piratas patosos’ y ‘El capitán Barbaspín’, de Cornelia Funke

Por petición de M., que a punto de cumplir los 8 años pide que los relatos sean de aventuras y, a poder ser, de piratas, leemos dos cuentos ilustrados de Cornelia Funke: Jule y los piratas patosos y El capitán Barbaspín y su cuadrilla (ambos con ils. de Kerstin Meyer). Se trata de historias eficaces, con trabajo literario, sobre todo, en los nombres propios y cierta ironía.

darabuc-juleM. ha preferido la historia de Jule, más extensa, en la que se enfrentan los piratas (malos) con dos personajes tranquilos e inocentes, que adoptan a un cerdito pirata (capaz de detectar tesoros). El juego de los nombres propios quizá se pierde un poco por la elección de muchas variedades de peces desconocidas, aunque las guardas los retratan. Yo he sonreído más con la historia de Barbaspín, de pocas palabras, en la que una niña es raptada por piratas (malos) y rescatada por… unos piratas aún más temibles: la tripulación de su madre.

  • Cornelia Funke. Ilustraciones de Kerstin Meyer. Jule y los piratas patosos, Ediciones B, 2005; trad. Lluís Serra; ISBN 84-666-2209-8; ¿descatalogado? El capitán Barbaspín y su cuadrilla, Ediciones B, 2007; trad. María Alonso; ISBN 978-84-666-3045-0

Sobre la calidad de los cuentos narrados en actividades de las bibliotecas públicas

Abro aquí un tema que puede ser polémico, pero agradecería que no recibiera respuestas gremiales de ningún tipo, pues no pretendo atacar a ningún colectivo. Quizá lo más interesante será la opinión de las madres y los padres, como transmisores de la opinión de los niños. Pero con matices: hay formas de narrar donde, al menos a mi entender, hay un exceso de gritos y recursos fáciles (como una escatología barata) y sin embargo quizá los niños se estén partiendo de risa. La narración debe tener un mínimo de calidad y ese juicio, aunque no sea objetivo, no les corresponde a los pequeños.

Me refiero a la calidad de los cuentos narrados en actividades de las bibliotecas públicas, más específicamente, en aquellas actividades de «cuentacuentos» que suponen un coste para la biblioteca (dejo aparte los casos de voluntarios, ya sean usuarios o empleados del centro).

En las actividades que he podido ver en Barcelona (que no han sido muchas, luego esto no es un estudio de campo), yo he encontrado dos aspectos a mejorar. Uno: que apenas se narra con libros en la mano. Hay más o menos teatro, pero casi nadie muestra los álbumes que, con suma frecuencia, son origen de la historia contada. Tengo la impresión de que la biblioteca, en su afán de ser moderna, ha renunciado en exceso a los libros. Y para mí, no es lo mismo contar en un cumpleaños que en una biblioteca. Dos: que abundan las longanizas desaboridas. Imagino (no tengo datos al respecto) que es un dilema de tipo «me pagas por llenar una hora, pero no puedo llenar una hora de plena calidad con lo que me pagas, así que estiro las narraciones de más». Estas son mis sugerencias ante lo que he podido ver, con afán absolutamente constructivo. En las actividades que pude ver en pueblos de Murcia y Albacete, no saqué una impresión regular: dependía en gran medida de quién contara. Una tercera sugerencia a todos los que organizan tales actividades, por lo tanto, es que nunca, bajo ninguna circunstancia, dejen de indicar quién contará.

Esta reflexión nace de la siguiente nota de la asociación de narradores MANO, que protesta porque, a su juicio, la «calidad de las sesiones de cuentos en las Bibliotecas Municipales de Madrid está cayendo en picado desde que el Ayuntamiento privatizara la gestión». La reproduce otra asociación, AEDA, en este enlace.

¿Qué opinión tenéis al respecto? ¿Cómo es vuestra experiencia? ¿Cómo lo viven vuestros niños?

Presentación de ‘Antonino de sueño en sueño’ en la librería Rayuela (10 nov)

Presentación de ‘El duende No’, de la editorial Amigos de papel, en Valladolid

Toda nueva aventura editorial merece apoyo, y como aquí no he hablado aún de Amigos de papel, aprovecho esta presentación para dejar constancia de este proyecto de Asunción Carracedo. El Duende No, con texto de la narradora y poeta mexicana María García Esperón (en España, conocida quizá por el premio Hispanoamericano de poesía para niños, de Fondo de Cultura y la FLM) ha sido ilustrado por Yolanda Falagán.

Variaciones sobre ‘Goldilocks’, por Allan y Jessica Ahlberg

Tráiler de la ‘Blancanieves’ ilustrada por Iban Barrenetxea

Novedad personal: A partes iguales, ilustrado por Lina Zutaute

Me alegra mucho empezar el curso con una novedad, un álbum ilustrado por Lina Žutautė y publicado por OQO editora en castellano (A partes iguales) y gallego (A partes iguais, trad. Paco Liván).

A partes iguales. Darabuc & Lina Zutaute. OQO editora, 2012.

Dedicatoria

Como en mis otros álbumes de OQO, con mayor o menor distancia, parto de la tradición popular (en este caso, de un cuento popular español). Lo hago así porque, en contra del mito romántico, entiendo que la tradición en conjunto es más fuerte y sugerente que la creación ex nihilo; porque la selección del cuento y de sus diversas posibilidades dice tanto como la creación original; y porque sus modificaciones me permiten explicar el mundo a mis pequeños de una forma propia, no meramente heredada, que les hable tanto de las alegrías y los problemas de siempre como de los especiales de hoy.

En este caso, incorporo personajes femeninos, modifico la conclusión y ajusto el conjunto a la situación actual de creciente (y vergonzoso) aumento de la desigualdad social. Quizá es también el cuento más expresamente moral que he publicado, aunque espero haberlo hecho como debe ser: respetando la lógica interna de la narración. Los valores son necesarios en la vida, pero no hacen bueno un cuento por sí solos.

A partes iguales. Darabuc & Lina Zutaute. OQO editora, 2012.

Del trabajo de Lina Žutautė destaco, además de la representación clara y expresiva de los personajes con sus particularidades mágicas (Brazodegorila, Orejasdemurciélago, Hocicodetoro, Ojodeáguila y el perverso rey), la creación de ambientes y estados de ánimo, y también la introducción de metáforas propias: como los caminos de la vida (en la cubierta podéis ver cómo se cruzan, en el extremo superior derecho) o el juego de las guardas, por el que el libro se abre con pájaros enjaulados y se cierra con los pájaros en libertad.

A partes iguales. Darabuc & Lina Zutaute. OQO editora, 2012.

¡Ojalá lo disfrutéis como yo!

  • Más imágenes, incluidas varias páginas (de ambos idiomas), en este álbum.
  • Más información sobre el libro y sobre el diálogo que surja con las escuelas, o eventuales reseñas, en el blog de mis libros. Cuando el tiempo me permita destinar ejemplares gratuitos (salvo gastos de envío) para bibliotecas escolares, lo publicaré en bibesc.org.

‘Un rey muy testarudo’, de Montse Balada y Pep Boatella

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Se ha publicado Un rey muy testarudo, de Montse Balada y Pep Boatella, de ilustraciones simpáticas y expresivas, y texto de aire popular, bien ajustado a las necesidades de la colección (cuyas páginas también incluyen la representación de los signos necesarios para explicarlo a personas sordas). Más información, en el web de Carambuco.

Taller de lectura de libros infantiles en inglés, en la librería La Mar de Letras

Durante los sábados de octubre, Ellen Duthie, bloguera a la que sigo con gusto en Lo leemos así, We Read It Like This, Story Philosophy y Filosofía de cuento, impartirá en la librería madrileña La Mar de Letras un «Taller / curso de lectura de libros infantiles en inglés para padres y maestros». Detalles, precio y más información en general, aquí.

Dedicatoria de mi próximo álbum ilustrado: «a todos cuantos…»

Casi nunca se presta a las dedicatorias la importancia que pueden llegar a tener, en parte porque muchas no salen del ámbito personal (y si tienen relevancia, queda oculta al lector), pero en parte por su misma disposición a menudo aislada y menor. En lo que respecta a mi próximo álbum ilustrado (mejor dicho: el próximo álbum ilustrado con texto de mi autoría, al que ha puesto imagen Lina Žutautė), quiero darle la prioridad que le corresponde dedicándole aquí una nota específica; más en estos tiempos en los que la narración oral difícilmente se considera una profesión necesaria (ergo: que requiere preparación específica y un pago proporcionado), y cuando sus clientes principales en lo que atañe a la LIJ, las escuelas y las bibliotecas, no reciben presupuesto ni para mantener al personal básico o adquirir un mínimo de novedades. Dedicado va, entonces, «a todos cuantos mantienen viva la llama de la narración oral».

‘La flor de la sal’, de Ángela C. Ionescu

Hay una literatura para niños tristes, quizá para etapas tristes de la infancia. Tiene poca acción (pocos giros y suaves), una prosa lenta y descriptiva y un aire de esperanza solo tibio. Lo pienso al leer la colección de cuentos La flor de la sal, de Ángela C. Ionescu, y creo que hoy es un estilo menos frecuente de lo que fue, lo que da que pensar: ¿nos hemos dejado llevar demasiado por la acción constante que hemos aprendido en el cine? Pues ¿no es la literatura, ante todo, un espacio de profundización de la experiencia, y no solo de emociones instantáneas? ¿O tal vez esta manera literaria empezó por excederse en lo sentimental, en su atención a los enfermos y la caducidad, y se distanció ella sola de una edad que, con sus momentos tristes, es ante todo de ebullición y vitalidad?

En La flor de la sal, unos niños añoran a su madre enferma y, de forma tanto real como metafórica, la primavera; el canto de una totovía rescatada les dará esperanza. Un grupo decora calabazas, una de ellas insólita, con tensiones internas y la presión de lo que dirán los adultos. Un niño que deseaba ser pescador, pero descubre que se marea terriblemente, se reúne quizá con un farero que solo desea ser farero, a diferencia de su familia directa, que se ha hartado del mar y lo ha dejado solo. Otro niño descubre de forma misteriosa cómo superar el miedo a la oscuridad. En el último de los cuentos, un enamoramiento infantil acerca, tal vez, a dos niños.

Su estilo poético no será del gusto de todos y quizá el primer cuento ronda la cursilería. Pero en su manera de captar la realidad emocional yo veo veracidad y hondura, y su estilo quizá debería conservar tanto lugar como la literatura instantánea, basada en la acción, los tópicos y el humor.

  • Ángela C. Ionescu, La flor de la sal. Ilustraciones de Emilio Losada. Susaeta, Madrid, 1987. ISBN 84-305-1561-5.
  • Tomo la imagen de cubierta de esta Biblioteca de aula.

Álbum de imágenes y fotos de ‘La bruja Horripilarda’ y una bonita reseña del ‘Libro de Brun’

Aunque la información sobre mis libros se recoge en este otro blog, de vez en cuando también me gusta dejar caer mis buenas noticias personales por aquí. Una: ya podéis disponer de La bruja Horripilarda, mi cuento de humor ilustrado por JuanolO, que incluye una adaptación a la lengua de signos española y un DVD (con la animación y la narración oral y en lengua de signos, además del vocabulario en LSE); edita Carambuco. Humor, sí, pero también una invitación a hablar con los pequeños sobre la presión del canon estético y la conveniencia de saber reírse de aquellos rasgos que son personales, pero el canon define como «feos». En este enlace podéis ver imágenes del interior y fotos de las actividades que iré haciendo en bibliotecas, librerías y escuelas. Lo presentamos el pasado día 24 en la biblioteca Armand Cardona, de Vilanova i la Geltrú. ¡Qué día más bonito y qué gusto de público, pequeños y grandes! ¡Muchas gracias!

¡SHA... MA... LA... CUC! ¡Ay, la bruja, cuando se enfada!

Dos: os invito a leer esta reseña del Libro de Brun en el blog de Carlos Lapeña. Al hilo de la reflexión bloguera sobre la crítica positiva y negativa, que se recoge por ejemplo en El Tiramilla, añado una razón en favor de la positiva: puede crear sentidos y enriquece la lectura orientando al lector hacia caminos más hondos o menos obvios. La negativa, en cambio, para no ser arbitraria, se ve obligada a gastar mucha energía en justificar y documentar sus razonamientos y exponer el canon de cada lector crítico, por el que se explican los «defectos» más o menos objetivables de la obra en cuestión. Así que, por simple economía, que al menos la mayoría del esfuerzo se dedique a la construcción (con la generación de sentidos asociada, esto es, doble valor) me parece lógico y sano.

‘El cuento del carpintero’, de Iban Barrenetxea

Imagen de 'El cuento del carpintero', Iban Barrenetxea, ed. A buen paso

El cuento del carpintero es una narración fantástica muy recomendable. Primero, porque el texto es redondo a partir de la confluencia de dos líneas narrativas: la de las creaciones fabulosas del carpintero y la de las creaciones perfectas para el belicoso Barón von Bombus. Es difícil no sonreír al final, que conjuga lo fabuloso y lo perfecto, ahora para bien. Segundo, porque las imágenes, además de características, expresivas y cuidadas, con desplegable incluido, también cuentan toda una historia que el lector atento desvelará con alegría; la alegría de vivir (cuando nos dejan vivir), quizá, es lo que más transmite el cuento. No os lo perdáis.

‘Canciones de miedo y risas’, de La familia Scalofrini

[El nuevo vídeo puede verse aquí]

Cuentos bilingües y taller de estampación sobre tela, para niños, en Los sueños de Alenia (3-D)

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Milimbo

Sara Morante ilustra ‘Los zapatos rojos’, de H. C. Andersen (tráiler)

Paula Carbonell presenta ‘Un perro y un gato’ (Abacus de Valencia, 26-N)

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Presentación de ‘Antonino’, con Juan Arjona y Arianna Squilloni, en Rayuela

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Presentación de ‘Cuentos populares de la Madre Muerte’, de Ana Cristina Herreros, en El Dragón Lector (2-N)

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Encuentro con Ana Cristina Herreros (Ana Griot) en la librería Rayuela (19-O)

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‘Le trois inventeurs’, de Michel Ocelot (‘Kirikú y la bruja’)

Michel Ocelot, conocido creador de la película de animación Kirikú y la bruja, vuelve a las pantallas de los cines con Azur y Asmar. Paseando por el blog de Miss tutsi pop, me he encontrado con este excelente corto de animación de Ocelot, de 1980, titulado Los tres inventores… y de pronto, con lo tranquilo que vivía yo con mis tirrias felizmente acartonadas, ¡me ha dejado de dar grima el ganchillo!

Presentación de ‘Contos por teléfono’, de Gianni Rodari, ilustrados por Pablo Otero

Era unha vez…
… o Sr. Bianchi, de Varese. Era representante de comercio e seis de cada sete días pasábaos viaxando por toda Italia, do leste ao oeste, ao sur, ao norte e polo medio, vendendo medicamentos. O domingo volvía á casa, e o luns pola mañá marchaba outra vez. Pero antes de partir, a filla dicíalle: «Por favor, papá: cada noite, un conto».

Presentación del viernes 14 de octubre:

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Dentro de poco, ¡Horripilarda!

En el bosque de Troncofétido, en una cabaña más sucia que una pocilga, vive la bruja Horripilarda.
Por desgracia, también yo vivo en esa porqueriza.

El cuento fue así: un mal día, iba yo brincando alegremente por un camino…
—¡Puaj, qué asco! ¡No soporto la alegría! —gritó Horripilarda, nada más verme.
Una luz amarilla me deslumbró y, de golpe, me encontré arrastrándome por el suelo, convertido en un gusano pringoso.

Con unos amigos, hemos tramado un plan para liberarme.
Pero antes debéis saber que Horripilarda es más presumida que una mariposa. Incluso se ha inventado un Espejo —no Mágico, sino Mentiroso— que, cada mañana, la saluda como la más guapa del mundo.

Ilustración de JuanolO

Faltan solo tres meses para que vea la luz La bruja Horripilarda, ilustrado por JuanolO y publicado por Carambuco, en castellano, y Ginjoler (de El Cep i la Nansa) en catalán. Un cuento de humor para guapos y feos, y sobre todo para listos: los que, para empezar, saben reírse de sí mismos. Y también para personas sordas, porque incluye una adaptación a la lengua de signos, y un DVD con el cuento narrado, y una canción… ¿Alguien da más?

‘Todos menos uno’, de Éric Battut

Todos menos uno, de Éric Battut, es una fábula sobre la identidad y la necesidad de no conformarse cuando uno siente que no encaja en el grupo. En su primera parte, podríamos decir que resume El camaleón camaleónico (The Mixed-up Chameleon), de Eric Carle: el protagonista no está contento consigo mismo, envidia características de los demás y acaba convertido en una mezcla risible (y, desde el punto de vista de la estética clásica, en la figura grotesca que reprobaba el Arte poética de Horacio).

«Poco después, emprendió el regreso a su hogar. Al verlo llegar, los demás guisantes le dedicaron toda clase de risas y burlas». (Pulsad para ampliar)

Sin embargo, el guisantito protagonista, ce petit pois-là, no se despoja del disfraz para reintegrarse en la normalidad social, sino que se reafirma en su deseo de no ser como los demás. Se dice a sí mismo: «soy una semilla rara; pero sigo siendo una semilla», cava un hoyo y se entierra («se acurrucó en él con su pluma, su trompa y sus rayas»). Con el tiempo, «de la tierra surgió una nueva planta, única y singular; llena de guisantes diferentes y felices».

  • Éric Battut, Todos menos uno (Ce petit pois-là, 2010). Libros del Zorro Rojo, Barcelona, 2011. Traducción de Roser Vilagrassa. ISBN 978-84-92412-84-6.

¿Celoso, yo? ¡Esa sí que es buena! (‘El pequeño Nicolás’)

Ilustración de Sempé

… Tendrás problemas —dijo Rufo—, y además te dirán que estás celoso.
—¿Qué? —gritó Joaquín—. ¡Esa sí que es buena!
Y dijo que no estaba celoso, que era una idiotez eso, que no le importaba nada su hermanito; lo único, que no le gustaba que lo fastidiaran y que fueran a dormir a su cuarto, y también que le impidieran salir a jugar con sus amigos y que no le gustaban los niños mimados, y que si lo jorobaban mucho, pues bueno, se iría de casa, y todos estarían muy jorobados, y que podían quedárselo, a su Leoncio, y que todos lo sentirían mucho cuando se hubiera ido, sobre todo cuando sus padres supieran que era capitán de un barco de guerra y que ganaba mucho dinero, y que de todas formas ya estaba harto de su casa y de la escuela, y que no necesitaba a nadie, y que todo eso le hacía morirse de risa.
—¿Quién es Leoncio? —preguntó Clotario.
—Es mi hermanito, ¡vaya! —contestó Joaquín.
—Tiene un nombre muy raro —dijo Clotario.
Entonces Joaquín se lanzó sobre Clotario y le dio un montón de tortas, porque nos dijo que había algo que no permitía, y es que se insultara a su familia.

  • Sempé y Goscinny, Los problemas del pequeño Nicolás (Joachim à des ennuis). Traducción de Esther Benítez. Alfaguara, Madrid, 1985, 2002. ISBN 978-84-204-4860-2.