Archivo de la categoría: Ed. Diputación de Granada

Palabras para viajar, de Ana Alonso y Ángeles Agrela

Hablar de libros es una convención en la que, vista con algo de sorna, fingimos por un rato que yo sé de qué hablo, y además puedo hacerlo con objetividad. Por lo general el sistema, cuando se practica con prudencia, no solo no rechina, sino que incluso resulta útil: para empezar, se publica más de lo que nadie puede leer. Con Palabras para viajar he tenido una relación no sé si extraña o complicada, que ha hecho saltar las costuras de la convención, y por eso he empezado poniéndola sobre la mesa.

Se trata de un libro de poemas organizado (semántica y estructuralmente) en torno de los dos conceptos del título: el movimiento y la palabra. La quinta sección, por ejemplo, «Palabras para llegar», incluye los poemas «Casa», «Verano», «Amigo» y «Montaña». Predomina el verso libre sin base métrica, con algunos versos extralargos que me hacen pensar en la tradición surrealista («Yo podría respirar agua y ser una estrella blanda y roja en la arena / y no vería nada porque estaría tan oscuro que no distinguiría el día de la noche, / y ni siquiera podría oír», en «Fondo»), aunque algunos son de raíz clásica («Herida», que quizá puede leerse con el «Llegó con tres heridas» hernandiano, es un 5x5a5b11a11b). Predomina la expresión relativamente directa, de imágenes cotidianas y lenguaje corriente, unido a un afán comunicativo claro en torno a los problemas del crecimiento y las relaciones personales con los otros, del buscar el lugar propio en el mundo, típicos (aunque no exclusivos) de la adolescencia («A veces decir adiós cuesta tanto trabajo / como levantar la mano en clase / aunque te sepas la pregunta. // A veces solo quieres que los demás no noten que tú aún sigues ahí. // Hasta que te das cuenta / de que siendo tú mismo / no le haces daño a nadie», en «Adiós».)

En mi lectura la convención salta, y vale la pena explicarlo, por muchas coincidencias a medias. Yo también escribo poesía, pero más para niños que para adolescentes; me ha interesado el verso libre, pero sobre todo el de raíz métrica; me atraen el juego verbal, el lenguaje extraño y la imagen relativamente poco explicada. Lógicamente, mi yo aquí no importa nada: pero lectora (o lector, que también existe), si no te dijera que esto ha sido una relación de amor y odio, con chispazos por igual de descubrimiento y enfado, estaría falseando demasiado. He leído demasiado lejos de la convención de la lectura neutra y la exposición objetiva. Así que de momento aparquemos la ficción del observador no comprometido.

En el peor de los casos —dicho lo anterior, que no se olvide—, los poemas me han sonado tan prosaicos, directos y de voluntad útil que si quitamos el espacio que delimita los versos podrían estar en un libro de la (¿denostada pero imprescindible?) sección de autoayuda. Véase «Adiós» (citado parcialmente arriba) o «Amigo»: «¿Tú tienes un amigo en el que piensas / como en un fuego alegre que te espera lejano / ardiendo muy despacio en una chimenea? // Si aún no lo tienes / busca un amigo así. / Un amigo al que siempre / puedas volver. / Y trátalo muy bien. ¡Quiérelo mucho!». Según aquella vieja definición de la poesía como arte de lo memorable, ¿qué habría de memorable en esta expresión lingüística concreta (no en la idea, sino en las palabras elegidas y dispuestas como poema)?

A lo mejor, claro, aquella vieja definición es sencillamente una definición caducada. La poesía en los tiempos de whatsapp, ¿es el mensaje que podemos copiar en un «estado» para etiquetar a otro, como apelación directa? Con las formas de lectura real de nuestros adolescentes, ¿hasta qué punto tiene sentido complicar el poema en sus estructuras y elecciones léxicas? Con el sentido métrico de nuestra sociedad, el heredado de la música pop y no de Góngora, ¿cómo y hasta dónde hay que pulir el resultado? Si queremos que la poesía no sea el ratito obligado de la clase de literatura sino lo que copiaremos en las puertas del lavabo, ¿de qué nos sirve la tradición?

En el mejor de los casos, pues, los poemas de Alonso me acompañará mucho tiempo precisamente porque rompen mis costuras y me hacen dudar. No es la primera vez que me pasa con los premios de «El príncipe preguntón», de línea a mi juicio irregular, pero más arriesgada que los «Luna de aire» o «Ciudad de Orihuela».

Mención aparte merece la ilustración, que potencia el libro por el lado metafórico. Con imágenes grandes y claras, en su mayoría de personajes femeninos —recordemos de paso que Alonso es Ana, Agrela es Ángeles y hay más lectoras y profesoras que lectoros y profesoros—, y un estilo que yo situaría entre el neorrealismo y la ilustración científica, la ilustración juega a provocar y hacer volar la imaginación con dualidades, casi binomios fantásticos —mujer y árbol (o y nube, y libélula, y agua), caras de sol o de flor, corazones gigantes y otras cosas que llevamos a cuestas—, desde luego enigmáticos.

  • Palabras para viajar. Libro de poemas de Ana Alonso, ilustrado por Ángeles Agrela. Diputación de Granada, 2017. X Premio de poesía para niños «El príncipe preguntón».
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‘Amaranta en Venecia’, de Javier Izcue Argandoña, ilustrado por Dinah Salama

Hay pocas propuestas refrescantes en el campo de la poesía para niños: Amaranta en Venecia lo es.

Primero, por la coherencia del conjunto para crear un libro con capacidad narrativa, además de poética. Es algo cada vez más frecuente, entiendo, que el libro tenga sentido como tal, más que como simple recopilatorio de poemas aislados, y me parece una evolución positiva, propia de una concepción literaria, no «infantil».

Pero sobre todo, porque Javier Izcue busca otro tono, distinto de los ritmos y los juegos habituales. Mucho más prosaico, más asociado a la ingeniosidad natural de los niños, y en parte a las poéticas de vanguardia. Esto es muy infrecuente, creo. Y aquí, creo que se hace con acierto. Aunque no haya forma segura de pasar de la impresión subjetiva a una fundamentación razonada, yo lo atribuyo a la compensación narrativa, a la elaboración de un personaje con una forma de pensar propia, a un uso eficaz del verso libre y a los elementos puntuales de ritmo y rima.

Otro factor relevante es una propuesta estética, de Dinah Salama, también alejada de lo habitual. Esto no es novedoso en sí: tanto Kalandraka como el entorno más o menos relacionado con Antonio Ventura (Anaya, El jinete azul, Los cuatro azules) han aportado mucho al respecto. Pero vuelve a ser positivo porque recuerda que, o hablamos de creatividad, o no hablamos de nada.

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  • Javier Izcue Argandoña, Amaranta en Venecia. Premio El Príncipe Preguntón. Ilustraciones de Dinah Salama. Diputación de Granada, Granada, 2013. 978-84-7807-079-4.

‘La suerte de las aves’, de Margarita Souviron López, premio El Príncipe Preguntón

Me llega la nota de prensa del premio de poesía para niños El Príncipe Preguntón, ya en su séptima convocatoria. Con mi enhorabuena a Margarita Souviron, os la copio:

VII Premio de Poesía para Niños El Príncipe Preguntón

FALLO DEL JURADO

El día 6 de septiembre de 2013 se reunió en el Palacio de los Condes de Gabia el jurado del VII Premio de Poesía para Niños El Príncipe Preguntón, que convoca la Diputación de Granada. Tras el debate, en el que se puso de relieve la alta participación en el concurso, que se mantiene año tras año, se acordó por unanimidad otorgar el premio a Margarita Souvirón López, por su libro La suerte de las aves.

LA OBRA

La obra está basada en características reales de una variedad de aves, y se expresa mediante un lenguaje abundante en referencias a la cultura popular y a la literaria. El jurado destaca en ella su rigor formal; el medio centenar de sonetos que la componen demuestra que este no está reñido con la claridad expresiva, lo que permite ahondar en el conocimiento tanto del lenguaje poético como del mundo natural.

LA AUTORA

Margarita Souviron  (Málaga, 1962) es médico y escritora. Licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Málaga, desde hace años combina con la escritura su trabajo como especialista en homeopatía, nutrición y drogodependencias. Ha cursado estudios literarios de poesía, narrativa y teatro en la Universidad Complutense, en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y en la Universidad de Málaga.

Escribe poesía para adultos y para niños. Es miembro activo en el ámbito literario malagueño, colaboradora habitual en medios de comunicación e imparte conferencias sobre poesía y otros temas relacionados con las humanidades.

Hasta la fecha ha publicado, además de poemas en antologías, revistas digitales y libros colectivos, los libros de poesía La palabra que nombra (2007) y Azul y canela (2008), y ha obtenido los premios Voces Nuevas, de poesía (2005) y Librería Luces, de microrrelatos (2013).

EL PREMIO

El Premio de Poesía para Niños El Príncipe Preguntón fue creado por la Diputación de Granada en el año 2007 como apoyo a la creación literaria y al fomento de la lectura entre los niños. Está dotado con tres mil euros y con la publicación de la obra ganadora en la colección infantil ilustrada El Príncipe Preguntón, dentro del catálogo de Publicaciones de Área de Cultura.

En las anteriores ediciones el premio recayó en María Rosal, por su obra Conjuros y otras brujerías; María Jesús Jabato, por Domingo de pipiripingo; Pedro Mañas Romero, por Poemas para leer antes de leer; Ignacio Sanz, por Picasso me pica; Juan Nieto Marín, por El paso desordenado del corazón; y Javier Izcue Argandoña, por Amaranta en Venecia.

El nombre del premio toma el de un personaje una pieza de títeres de Federico García Lorca La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón. Fue el día de Reyes de 1923 cuando esta pieza se escenificó en la fiesta para niños que organizó García Lorca en su casa de Granada, en unión de Manuel de Falla, quien preparó la música y tocó el piano, con decoraciones y muñecos de Hermenegildo Lanz.