De lectura y literatura juvenil

Elisa habla de varias cuestiones de literatura y lectura juvenil en este post: un decálogo de la AELE, dos novedades editoriales (Los secretos del inmortal Nicolás Flamel y Muerte de tinta) y el tercer número de la revista digital El templo de las mil puertas.

Al hilo del decálogo, Elisa constata esto: «También me ha gustado que tengan secciones para adolescentes, ya que la mayoría de las páginas de literatura infantil y juvenil dedican más atención a lo infantil que a lo juvenil». Yo no puedo alegar nada en mi defensa: he llegado a quitar la mención de «juvenil» del título del blog porque, en la práctica, hablaba más de infantil y de ilustración, y no estoy seguro de que los títulos deban reflejar aspiraciones (al menos, cuando falta aún mucho por recorrer). Otros espacios sí dedican mucha atención a la juvenil: el blog de Jorge Gómez o Libros juveniles, por ejemplo.

No por eso quito la aspiración. Pero la literatura juvenil es tan compleja como la adolescencia y yo me encuentro, personalmente, con varias paradojas que hacen que por ahora tenga la sección a medio gas. Algunas se leen en una próxima nota, dedicada a José María Latorre. Otras tienen que ver con lo poco que me gustan determinados superventas de juvenil (no importa cuáles). Y otras, por último, y quizá las más esenciales: que no he resuelto cómo escribir para esa edad tan hermosa en unas cosas, tan dura en otras.

Tal vez sea esta una nota demasiado personal; pero creo que el crítico (ya sea profesional, aficionado, lector de su casa o su familia, da igual: el que habla sin renunciar a su capacidad crítica) debe reconocer sus limitaciones con más frecuencia de lo que suele hacerse. Abundaré sobre eso en la nota de Latorre.

9 Respuestas a “De lectura y literatura juvenil

  1. Esta claro que no se puede abarcar todo, hay que especializarse, y tu campo es tu campo. Sin embargo en este campo de la literatura infantil y juvenil hay mucho más escrito sobre la primera que sobre la segunda. Y seguramente, también, más calidad en las obras que se publican para edades más tempranas.
    Desgraciadamente no sólo es así en la literatura, en general la oferta cultural es mucho mayor para los niños que para los jóvenes. Las obras de teatro, espectáculos, visitas, etc. que programan las instituciones a precios razonables están con frecuencia dirigidas sólo a los primeros. Los adolescentes son un público al que se le tiene miedo (por distintas razones). Sobre esto me gustaría escribir algún día, para quejarme (ya lo he hecho alguna vez por carta a instituciones concretas, pero no me han hecho ni caso).

  2. Gonzalo, y gracias por la cita. Tenía el blog un poco abandonado, hay demasiadas cosas que hacer, y encontrar eco cuando escribo es muy gratificante.

  3. Estoy de acuerdo en no pretender abarcar más de lo que se aprieta en realidad. Sin pereza de estirar los brazos todo lo posible, pero sin confundir diez con cien. Algo se arreglaría la cosa si se animaran más escritores de larga experiencia en juvenil y hubiera más blogs como el de César Mallorquí.

    Me preocupa esto: «Y seguramente, también, más calidad en las obras que se publican para edades más tempranas». Sobre todo, porque me temo que estoy de acuerdo, a partir de un hecho simple: me llevo bastantes más decepciones en los libros de juvenil que en los de infantil (lo cual es otra razón, en mi caso, para hablar más de lo segundo que de lo primero, dado que no es un blog destroyer y casi nunca me apetece hablar de los libros que no me han convencido). Tengo muchas dudas al respecto, incluida mi propia capacidad de juzgar esas obras desde mi presente. Pero no solo, también veo defectos claros en algunos casos, como pésima construcción literaria, libros repetitivos hasta la saciedad, efectismo barato, sentimentalismo aún más barato. Lo dejo aquí porque tampoco es cuestión de hablar en abstracto, parece una condena (y no lo es ni lo quiere ser).

    Es posible, por otro lado, que el filtro editorial sea aún más fuerte en los libros para jóvenes que en los de niños, en beneficio de los libros-producto, muy por encima de los libros-pregunta, por decirlo de algún modo. Y quizá también en el canal librero.

    De nada, por otro lado. También a Ana Lorenzo le interesó, en Libro de notas. O sea que escribe más, jeje.

  4. En las bibliotecas también nos encontramos con la paradoja de definir la literatura juvenil. Hay libros que pondrías en infantil y otros en novela de adultos…

  5. Sí, me lo decía otra bibliotecaria hace poco. Yo no veo que las fronteras sean claras. A mí la serie de Corazón de tinta, por ejemplo, me parece para adultos, a diferencia de otros libros de la Funke (lo digo habiendo leído un libro y medio, quizá la conclusión sea distinta al completar la serie). Probablemente, el hecho de que existan colecciones editoriales claramente destinadas a los jóvenes ha forzado la creación de un espacio que no siempre tiene límites definidos.

    También pienso ahora que en la juvenil es aún más claro el principio de que, o es literatura buena (válida para jóvenes y adultos por igual) o es mala literatura (y entonces no vale para nadie).

    Un abrazo

  6. Quizá el error sea el pensar que debe haber una literatura juvenil diferenciada. En nuestros tiempos no existía apenas literatura juvenil, pasábamos de los libros infantiles a los de adultos y esa transición sucedía de una manera natural, no nos resultaba tan dura (al menos a los buenos lectores). A partir de los catorce años, uno tiene el mundo ante sus ojos y la literatura juvenil no debe ocultar nada de ese mundo sino todo lo contrario, descubrírselo a los jóvenes. Y para eso hay que quitarse las gafas turbias y proteccionistas de lo que debe ser y lo que no debe ser leído por los jóvenes. Ellos se van haciendo adultos, leyendo historias para mayores.
    Y totalmente de acuerdo en que o es literatura buena y válida para adultos y mayores o es mala literatura.

  7. Hola, Puri:

    Yo vacilo algo más. Es cierto que la sociedad, en el hecho diario, ofrece «valores» más negros que buena parte de la literatura: corrupción, lucha descarnada por el poder, pornografía violenta, «guerras preventivas», terrorismo, asesinatos machistas, racismo económico y mil cosas. Y nadie censura el telediario. Sin embargo, creo que no debemos olvidar que un joven sigue siendo una persona que está ante todo en proceso de formación de su carácter. Pero sí coincido en que eso debemos arreglarlo con diálogo, no con censura. La prohibición (o el mero aire de prohibido, a veces) es un mal estímulo.

    Sí veo más claro lo de la literatura juvenil en otro sentido: la que habla en concreto de los problemas que ellos pueden vivir. Como si dijéramos una «literatura para jóvenes», escrita para ellos, como propuesta de diálogo con ellos. Ahí, sin embargo, es donde bajo mi criterio personal abunda más la mala literatura, porque cae en simplificaciones, sentimentalismos y extremos muy facilones.

    Pero sería hipócrita cebarse con eso. Yo (y cientos como yo) he crecido leyendo colecciones enteras de libros tan simplistas como los de Enid Blyton. Y eso no me ha impedido pensar por mí mismo.

  8. Me atrapó Bonjour tristesse a los 14 años. Después me enteré que la autora sólo tenía 4 años más que yo cuando lo escribió.

  9. Hola, Mercedes:

    dejo el enlace a F. Sagan en la Wikipedia francesa. (La española en este punto es muy pobre, a día de hoy.) Yo entiendo que un escritor joven tiene mucho que aprender (me incluyo en eso, no me excluyo), pero también existen los milagros.

    Un saludo cordial

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