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Florones y libresas

Ah, la selección de libros. ¿Imprescindible, no? Si leyéramos todo lo heredado seguiríamos formando a los pequeños en literatura+moral con los clásicos de los bancos segregados del XIX (y no pocas décadas del XX). Pero cuando uno lee esto: Vetada ‘La Caperucita Roja’ por sexista, vale la pena poner los demonios sobre la mesa. Demonios por lo endemoniada que es la espinosa en cuestión, porque ¿cómo conjugar las distintas libertades? ¿La de forjar el futuro sin cargar con los prejuicios del pasado? ¿La de vivir con la historia, no como si esta no existiera? ¿La de forjar el futuro por los caminos que no son políticamente correctos pero ser, son (como demuestra el que no tengan pocos votantes: la corrección política también está haciendo daño en las urnas)?

Personalmente yo me sitúo así: no me gusta Sant Jordi. ¿La gran fiesta del libro, que tanto se envidia desde fuera, disgusta a un escritor catalán? Sí a mí, por sus excesos, por sus superventas hilarantes, y también porque entronca con una tradición insostenible hoy de dragOnes y princesAs que merece las versiones y reversiones actuales pero que, como pasa a menudo, sencillamente ha muerto porque incluso las inversiones carecen de fuerza narrativa propia. Así que personalmente paseo por los laterales de la fiesta, si queda dinero compro libros y rosas y procuro regalarlos indistintamente, o mejor dicho: distintamente: a cada uno, a cada libresa, a cada draflor, a cada rosíncipe o prinrosa o libruego o llamétalo, lo que puedo y creo que más le vendrá, pero sin partir los derechos: flores y libros para todes. Eso no tiene cuento que yo conozca; la realidad de la calle es otra, a menudo ante todo mercantil, aunque hay puestos y más aún personas con encanto; habrá que ver, y sobre todo hacer el camino propio. Yo no cuento la leyenda de Sant Jordi porque no quiero; y las versiones, tampoco, porque en general me aburren.

¿Qué hacer pues en la biblioteca? No lo sé. Confiarse a lo viejo y a lo nuevo, diría yo; seleccionar sin vetar, a poder ser; mostrar alternativas y confiar en el sentido común, y el sentido moral, de quienes los leerán. ¿Corregir excesos sin caer en los excesos? ¿Esa clase de censura, por bienintencionada que suene, no hará lectores etiquetísicos?

Niños como padrinos de lectura de otros niños


Una de las actividades escolares más bonitas, en torno del libro, es la de las madrinas (los padrinos) de lectura: niños que leen a otros niños menores, desarrollando así la mejor convivencia en el centro, la responsabilidad de los mayores y el deseo de emulación positiva de los pequeños (además del placer de los libros). Esta foto en concreto es del proyecto «Eu leo para ti», del blog de la biblioteca escolar del CEIP Milladoiro de Malpica de Bergantiños.

Mes de la biblioteca escolar y notas breves sobre cuatro autores

Los «meses de» son excusas para hablar de cuestiones que valen la pena, y como tal aprovecho que octubre es el «mes internacional de la biblioteca escolar». Podéis leer más, por ejemplo, en @bareque. Revista de Bibliotecas Escolares. En estos temas creo que es importante dejarse de rodeos y decir lo que se necesita, si de verdad se desea fomentar la lectura entre los escolares: bibliotecas suficientes y actualizables con personal específicamente bibliotecario y de animación a la lectura. (Añado: es un punto de vista utópico. Pero creo que conviene limpiar de vez en cuando el parabrisas de la suciedad de las restricciones presupuestarias, no sea que terminemos confundiendo los objetivos.)

Por otro lado, Roberto Aliaga me cuenta que ha abierto hace poco un blog personal. Como no quiero sustituir la curiosidad de nadie con un comentario sobre sus libros, llamaré la atención sobre otro punto, más externo: las «obras completas» (hasta ahora) de Roberto son muy singulares, vistas desde fuera, porque en solo tres años, entre 2005 y 2008, han aparecido en siete editoriales distintas.

También recibí un correo de las autoras de Diaplerons, duendecillos de los Pirineos, Dolores Galindo y Silvia Aguilera, que os invitan a conocer su álbum, editado por Barrabés. En su blog hallaréis asimismo presentaciones en vídeo.

Y hace tiempo que quería hablar de otro espacio personal, Muchacha de sal, de la periodista y escritora Fátima Fernández. El último poema que ha antologado es el imprescindible Fuga de muerte, que también saldrá aquí, tarde o temprano. Además, Fátima participa en uno de esos grupos locales que contribuyen más que nadie a que haya vida más allá de las subvenciones: Creactiva.

Al hablar de espacios personales (permitidme ahora que piense en voz alta) no recomiendo ni tampoco dejo de recomendar. Son islas que cada cual debe valorar según su propio criterio pero que me parece preciso cartografiar para huir de las modas o la sociedad literaria, que pese a tener su parte crítica y razonable también es capaz de lo incomprensible (como entronizar a bodrios como El código Da Vinci). Pero no solo: entre la «revista» y la «página de autor», este blog es también, y sobre todo, un espacio personal, de orden propio, de dudas en voz alta, de botellas arrojadas desde mi isla al mar colectivo de la pasión lectora. Lógicamente, siento empatía por otros espacios que son similares y sin embargo tan distintos como de hecho lo somos cada uno de nosotros.